Celos apasionados

Valoración: 5 estrellas
1 voto

El entorno me tiene hipnotizado, desde la luz tenue y cálida; la copa elegante con los hielos en movimiento y gotas de condensación cayendo con suavidad, para posarse en la base; la música sensual y con un ritmo, que anima a moverse, aun no queriendo bailar; hasta la gente observando con sutileza, bajo la escasa ropa insinuante. Es la primera vez que vengo y todavía me pregunto, cómo he llegado a parar aquí, bueno sí, por una cita con la mujer más hermosa y dulce, que he visto hasta el momento, y sí, tampoco le fue complicado convencerme.

A pocos metros de mí, algo me llama la atención, una pareja se abraza forma tan íntima, que no dejan un milímetro entre sus cuerpos casi desnudos, se regala gestos muy cariñosos, miradas atrevidas y sin a penas moverse, lo justo para que su piel roce contra el otro. No es una situación, que aparente ser algo sexual, más bien tierna, sensual y casta, pero que enciende mi imaginación y lo convierte en algo morboso y excitante. Me imagino esa misma escena con mi cita y... ya esta, mi amigo reacciona al instante, por lo que, sin apartar la mirada, me recoloco el bulto como puedo y de la manera más disimulada que soy capaz. Poco a poco el contenido de la copa va desapareciendo y no es para menos, puesto que la situación hace que aumente mi sed. En mi mente, esa pareja somos mi cita y yo, lo que provoca unas ganas inmensas de besarla, pero ellos no lo hacen y me pregunto como podrán aguantar estando tan cerca el uno del otro. En varios momentos, sus bocas casi se tocan, pero no llegan ni a rozarse.

La escena se hace más insoportable a cada minuto que pasa, en cambio no soy capaz de dejar de mirarlos. Hasta que me doy cuenta de que él me está mirando, ni me he percatado desde cuando, sin embargo, al cruzar las miradas descubro que me sonríe. No me mira a los ojos, así que soy incapaz de no desplazar la vista hasta el mismo lugar que él y descubro que mis pantalones de lino claros, no son lo más disimulado para traer a este local. Acto seguido le susurra algo al oído y mi respiración se corta, al instante en que, ella se gira de forma relajada y con una sonrisa, tan grande como mi sorpresa.

Ni tiempo me da a reaccionar y ya la tengo entre mis piernas, agarrando mi nuca con una mano, mi paquete con la otra y besando mi boca con desesperación. Yo, solo puedo devolverle el beso con ansia, relamiendo su lengua y bebiéndome todo su sabor, como si fuera lo último de este planeta. Algo dentro de mí arde con rabia, agitación, fogosidad, ansiedad, miedo y curiosidad. Mil preguntas me rondan la mente, sin orden ni voz para realizarlas y, en su lugar, un impulso animal toma control de mi cuerpo y, aún sintiendo enfado en medio de tanto desconcierto, no puedo parar de devorarla y desear poseerla ya mismo.

Es la primera vez que estoy en esta situación y no sé como gestionarla. Por un lado quiero apartarla de mi lado y largarme, en cambio la deseo tanto, que no quiero arriesgarme a perderla. Mis pensamientos no cesan de discutir sobre la situación, mis emociones me abruman y mi polla sigue queriendo estallar dentro de ella, mientras tanto soy incapaz de detener esto. Mis manos oscilan desde su cintura hacia su cabeza y brazos, sin saber como moverse ni donde detenerse, al contrario que las suyas, que, muy hábiles, se han colado entre mis pantalones, para darme un placer descomunal. Me encuentro en un estado de confusión absoluto, donde el enfado y la excitación luchan de una forma, que jamás había experimentado antes.  

-¡A la mierda!- suelto en voz alta, sin percatarme.

La agarro de la mano, sin mirar a mi alrededor y la arrastro hasta un reservado. Me detengo de espaldas a la gran cama, que hay en el centro y comienzo a desnudarla. A pesar de no llevar bien el hecho de verla con ese hombre de una forma tan íntima, la amo con locura, es la mujer con la que me casé hace veinte años y me sigue volviendo loco, cada rincón de su cuerpo. Mi boca se encarga de devorarla por completo bajando por el cuello, pechos y abdomen, hasta llegar a su sexo. Agarro con fuerza sus caderas y devoro ese manjar que esconde entre sus piernas, sin pensar en nada ni acordarme donde estoy, me da igual todo, solo quiero oírla gemir tan fuerte, que jamás olvide este día.

 

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios