
Encadenada en esta cruz con un vestido de cuero, sin ropa interior, los ojos vendados y la música quemando mi cuerpo, mi piel y mis sentidos. A la espera de la que será mi primera vivencia, ya no solo como observadora, si no como partícipe en este tipo de sesiones. No, a pesar de lo que pueda parecer, no soy la sumisa de nadie, bueno en cierto modo sí, ya que, Pol es el experto y el que tendrá la última palabra.
Unos pasos se acercan, seguidos de unos susurros, que no alcanzo a entender. De pronto la oscuridad se desvanece y descubro en la penumbra, dos personas desconocidas para mi, con solo unas cintas de cuero decorando sus cuerpos. El hombre porta, en su mano derecha, la venda que me impedía ver y en la izquierda, unas muñequeras unidas por una cadena. La mirada de Pol es suficiente para entender lo que he de hacer y no tardo en responder a su orden silenciosa.
Asiento con la cabeza y les miro con una sonrisa, me gusta lo que veo y sus rostros son de deseo, están ansiosos por empezar y jugar conmigo, así me lo han hecho saber estos días en los que hemos hablado por chat, sin embargo, todos sabemos que tienen prohibido tocarme, a menos que yo les de permiso. Pol se acerca y me besa, sus besos son húmedos, apasionados y prometedores de mucho placer.
El hombre, anónimo para mí, se sienta en una silla frente a mí, tras darme los grilletes, y coloca las manos en sus muslos, a la espera de que, yo de el siguiente paso. Así lo hago, me coloco sobre él, a la vez que agarro sus muñecas para ponerlas a su espalda y las dejo unidas, con el propósito de impedirle que se le vayan donde no deben. Miramos al lado y observamos a la mujer caminar hacia la cama y, sin apartar su mirada de mí, se sienta al borde de esta. Separa sus rodillas al percatarse de que Pol se acerca a ella y lo mira desde abajo.
Ambos contemplamos la escena, sin movernos de nuestro lugar y, tras ver como él le agarra la mandíbula con una mano y acaricia los labios con el pulgar, de forma intensa, aprovecho para susurrar una orden, al hombre que permanece bajo mi cuerpo.
-No dejes de mirarlos. Hoy, vas a ver a tu mujer más zorra que nunca. ¿Es lo que quieres?
-Sí.-responde al al tiempo que mueve la cabeza afirmando con la cabeza.
Está expectante. Acaricio el cuerpo que hay bajo el mío y no tardo en comprobar lo mucho que le excita la situación y eso que no ha empezado todavía. Yo estoy igual, toda esta situación me ha encendido a niveles bárbaros.
Ellos dos continúan a lo suyo, como si no estuviéramos. Le folla la boca con el pulgar, mientras le acaricia un pezón con la otra mano. Me mira y me sonríe antes de bajar hasta su boca para devorarla, acto seguido acerca el rostro a su miembro y lo introduce lentamente entre sus labios, que se separan con avidez. Ella no tarda en humedecerla por completo y hacerla desaparecer de nuestra vista una y otra vez.
Todos observamos esa voracidad con la que lo lame y engulle, en ocasiones más despacio y mostrando, esa extensión brillante por la saliva y, de pronto, una mano tras su cabeza acelera el movimiento para terminar presionándola contra su cuerpo durante unos segundos, hasta que un sonido sale de la garganta de la mujer. La suelta y le hace escupir para humedecerla más. Tras pocos minutos, unas gotas caen al suelo, lo que me indica de que ha llegado la hora para que el juego continúe.
Un cruce de miradas es suficiente, para llevar al hombre hacia la cama, arrodillarlo frente a su mujer y hacerle lamer la humedad que brota de sus labios, durante pocos segundos. Mientras tanto nosotros nos besamos y le ayudo a colocarse un preservativo, a la vez que acaricia la humedad, que emana de mi sexo y la esparce por el clítoris, haciéndome gemir por la tremenda excitación que siento. Todo esto se siente muy morboso y la excitación me recorre sin compasión.
El hombre permanece arrodillado, expectante por lo que está por llegar, mientras la mujer se levanta y le manda una mirada de agradecimiento por este regalo que le ofrece, una experiencia tremendamente placentera. Pol se tumba frente a él, con las piernas abiertas y hace que ella tome asiento sobre su miembro, mostrando su trasero al marido y yo me aseguro de que, tenga la mejor vista, que no deje de observar como la penetra una y otra vez, que disfrute de ese primer plano. Entre tanto y tras unas embestidas con cambios de ritmo, se hacen presente alguna pausa, seguida de unas manos apartando los cachetes de ella, que indican la hora de comer y lamer ese espacio que se muestra, desde la unión de ambos sexos y cubriendo de saliva cada pliegue, hasta humedecer bien ese agujero vacío, que se contrae y relaja a su paso.
Este acto se repite en varias ocasiones, consigue llevarnos a todos a un estado de fogosidad extrema, aun así, sabemos que no es suficiente, deseamos mucho más, por lo que alcanzo el bote de lubricante, ante la mirada de él, sediento de ese placer, que le produce ver a su mujer siendo poseída, no por un hombre, sino por varias personas, así como el hecho de que sea utilizada sexualmente, mientras ella lo disfruta, tanto o más que él. Permanece arrodillado y maniatado, con su miembro duro y con la punta expulsando las primeras de líquido preseminal, que me indican lo mucho que le gusta esta sesión.
Yo, por mi parte, la escena que presencio se siente de lo más ardiente y Pol me dedica cada mirada y gemido. Esparzo el gel lubricante, por fuera y por dentro, con mis dedos. Acto seguido, tomo entre mis manos un dildo en forma de pene pequeño y lo introduzco lentamente, aprovechando los movimientos de Pol para introducirse profundamente en ella y salir, cada vez más húmedo. Su piel está erizada por el placer, su marido ardiendo y gozando al máximo. Nosotros no distamos mucho de esa diversión, durante la cual, algunas palabras y frases, como «Mira al cornudo de tu marido, como disfruta viendo follarme a la zorra de su mujer», o «No te corras hasta que yo lo diga, puta», o «Muéstrale al inútil de tu marido lo guarra que eres», son pronunciadas para recordarles que están en nuestras manos, sin opción de réplica y sexualmente expuestos para nosotros dos.
La situación se aprecia muy carnal, pornográfica y carente de amor, pero los cuatro somos conocedores de que no es así. Entre cada pareja existe una conexión más allá de lo físico, somos esclavos mutuos, el uno bajo el dominio del otro, un sentimiento que se extiende desde nuestras mentes y alcanza cada milímetro de nuestras venas, para unirnos por completo.
El tiempo no se detiene y el fuego que nos recorre, comienza a quemar, tras algunos juegos extras, sin permitir que nadie alcance el éxtasis. Es momento de finalizar esta tortura que se siente como el infierno, a la vez que nos cautiva y provoca un mayor deseo de continuar sintiendo este Placer.
Continuará...
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