Sinopsis

     Maxi es un joven impulsivo, al que no le da miedo enfrentarse con una sociedad repleta de prejuicios. Llevado por sus deseos, vive el sexo sin límites y como algo natural, sobre todo cuando se entera de la profesión secreta de su padre.

     Cynthia es una persona que lucha por encontrar su lugar en un mundo que no la entiende, pero gracias a Mario y sus amigos, reúne las fuerzas suficientes, para no desistir en el triunfo de su mayor sueño.

     Una historia donde el placer es más que un juego liberal, es el punto de unión entre personas que buscan amistad, amor y comprensión

Antes de comenzar a leer... 

     En este libro podrás encontrar las experiencias de personas que, por sus gustos, su manera de sentirse, creencias o estilos de vida, se han visto envueltos en una serie críticas sociales movidas por los prejuicios, tabús e ignorancias de gente con mentalidad cerrada. Si estás esperando una novela al uso o una continuación de las anteriores historias de esta saga, esta no es tu historia. Aquí no describo la vida de gais, transexuales, bisexuales o cualquier otro género sexual, sino de personas que luchan, cada día, por disfrutar de los buenos momentos.  

     Las personas que rodean a los personajes principales son de vital importancia para entender que somos humanos y todos nos merecemos ser felices. Abre tu mente y ponte en la piel de cada una de esas personas que nos expresan sus sentimientos, miedos y preocupaciones, para que entiendas cómo se sienten al no poder gritar a los cuatro vientos su amor y tener que esconderse tras una fachada que no quieren tener. Verás que no son tan distintos a ti o a las personas que te rodean.  

     Sumérgete en algo diferente, no esperes más de lo mismo, porque aquí te puedes llevar muchas sorpresas. Y es que la vida no es predecible, ni te imaginas lo que puede llegar a cambiarte de un día para otro.

 

Capítulo 4

Maxi

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Me mezclo entre los asistentes por el reservado y observo como aumenta la temperatura en la zona donde estoy. En un rincón, veo como una pareja que hasta ese momento se devoraba en el sillón, han aumentado el nivel de juego y comienzan a meterse mano sin pudor alguno. Apartado del bullicio y no muy lejos de ellos, me dejo caer sobre la pared que hay a mi espalda y observo mi entorno. Soy invisible para ellos, así que me animo a mirar por encima de mi refresco, es morboso y jamás había estado en una situación tan desinhibida. Al poco rato, mi excitación es complicada de disimular, por lo que decido permanecer algo más de tiempo.

Entre tanta gente que mueve sus cuerpos al ritmo de la música, hay otros que prefieren conversar, tomar una copa y, cómo no, también están los más atrevidos que se pierden entre magreos, besos y otras situaciones más morbosas, como la pareja que acabo de localizar a pocos pasos de mí, contra la pared. Tengo visión completa de ambos y observo cómo se lo montan, sin saber bien qué les pasará por la cabeza al desatarse entre otros compañeros, si les molará que les miren o es que ni se acuerdan dónde están y frenarán antes de llegar al final. Mientras nadie me diga lo contrario, yo permanezco expectante entre las sombras, al igual que ellos.

Jamás me había planteado observar a la gente, mientras se dan placer, en lugar de intervenir, sin embargo, en estos momentos me parece de lo más excitante. Mientras ellos se acarician, besan y se mueven en busca de un mayor roce entre sus cuerpos, yo permanezco inmóvil en la distancia, sintiendo cómo el fuego crece dentro de mí. Si ahora mismo alguien me tocase, me volvería loco de pasión.

Cuando pienso que lo mejor que podría hacer es masturbarme y calmar mis emociones, mis ojos se centran en esa pareja, a pocos pasos de mí.

La mano del chico asciende por el muslo de ella y se esconde bajo su falda. Ella deja de besarlo para inclinar la cabeza atrás mientras con su lengua se humedece los labios, dejándolos entreabiertos. Su pecho sube y baja con fuerza y, poco a poco, aumenta su velocidad al tiempo que su boca se abre más. La otra mano del chico acaricia uno de sus pechos y acerca su rostro para susurrarle algo que no alcanzo a entender. Acto seguido ella abre los ojos con lentitud y desvía su mirada hacia donde estoy yo. Sigo pensando en que no mira nada en concreto, hasta que me sonríe. Justo entonces me doy cuenta de que no soy tan invisible como pensaba, aunque el hecho de que a ella no parezca importarle me anima a seguir observando la escena que, hasta ese instante, me produce tanta curiosidad como agitación. Ahora que ella no aparta la mirada de mí, siento como esa fogosidad crece en el interior de mis pantalones a un ritmo de vértigo.

Desvío la mirada hacia el resto del reservado y nadie se percata de esta escena, pues hay más parejas en la misma situación y el resto andan bailando sin descanso, excepto para rellenarse las copas con el alcohol que hay sobre las mesas. Es entonces cuando me percato de que no hay personal de la discoteca merodeando por esta zona y que podría estar haciendo lo que me viniese en gana, no obstante, al volver la mirada hacia la pareja, veo que ella no aparta sus ojos de mí. Ente tanto, él ha dejado de acariciarla para colocar su mano entre las piernas y masturbarla de forma lenta y provocadora.

Había visto gente magrearse, besarse y bailar de forma sensual en una discoteca, sin embargo, esta situación es algo nueva para mí, nunca había estado en una fiesta privada como esta, y el estado que experimento en este lugar no permite que el bulto de mis pantalones merme. Menos aun cuando veo que el chico le vuelve a susurrar algo y ella, tras unos segundos sonriendo, levanta la mano en mi dirección, coloca la palma hacia arriba y hace un gesto de invitación a acercarme. Vacilo y medito si hacerle caso, aunque mis pies se mueven y acercan como si fuese arrastrado por la fuerza de un imán, hasta que la distancia se reduce al mínimo. Alcanzo su mano y tira de mí consiguiendo que nuestros cuerpos se toquen, entonces me suelta, agarra mi nuca y aprieta mis labios contra los suyos con el propósito de darme un beso que me sabe a gloria.

...

Capítulo 11

Cynthia

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La fiesta es en una casa enorme de piedra, con jardín y piscina, una sala enorme repleta de sillones en la que han ubicado una barra de bar muy completa. Desde este lugar se accede a unas escaleras que te llevan directo a las habitaciones, a las que, por cierto, no les falta detalle, pues todas tienes cama king size con cabezal de barras, sillón tantra y baño con jacuzzi. Una pasada de lugar hecho para la lujuria. Y me cuentan que este pedazo de chalé es privado, lo que todavía lo hace más alucinante. Aun así, la edificación pierde mi interés al adentrarme en la fiesta, digna de este lugar.

Nos lo pasamos en grande. A simple vista, cualquiera diría que es una fiesta privada como cualquier otra, si no fuese porque aquí la gente, a partir de cierto momento, se vuelve más cercana. Comienzo a ver caricias bajo la ropa, besos muy calientes e intercambios de miradas que invitan a participar en un juego más allá de la pareja tradicional. Me siento tan bien que en cierto momento no desestimo la propuesta de Mario a besarme con la pareja de amigos, primero con Tom y después con Emma, para terminar en brazos de mi chico. En ese momento me doy cuenta de lo excitados que estamos ambos, lo que nos anima a continuar en una zona más privada. Hasta el momento, todo lo que hemos hecho frente a estos desconocidos es morboso, sin embargo, a partir de ahora, comienzo a sentir cierta incomodidad. Supongo que no estoy acostumbrada a estas fiestas, así que no tardamos en subir a una de las habitaciones entre besos y magreos.

Debo confesar que al llegar a la estancia estoy algo nerviosa, no por la situación en general, sino por el hecho de que, así como he tenido alguna experiencia con otras mujeres por mera curiosidad, nunca he estado con otro hombre. Mis únicas experiencias sexuales se han reducido a las que me ha ofrecido Mario, pues nos conocemos desde hace muchos años y él sabe mejor que yo misma lo que necesito, así me lo ha demostrado centenares de veces.

En contra de lo que pensaba, la experiencia es de lo más agradable. Es una pareja muy cercana y cariñosa, tienen en cuenta cada detalle para que disfrutemos de la experiencia. La música acompaña a distender el ambiente, Mario no deja de acariciarme en todo momento, ni siquiera cuando el otro chico me besa o toca mis pechos. Sin darme cuenta cierro los ojos, a partir de entonces, solo siento manos y cuerpos, me rozan, los acaricio… y unos labios que me susurran algunas obscenidades que están por llegar consiguen erizarme la piel.

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